miércoles, 3 de diciembre de 2008

Batasunos del crucifijo

Gorka Esparza

2 de diciembre de 2008

Cuando era pequeño, yo era el único alumno de la clase que cursaba Ética (que era lo que hacíamos en los colegios públicos quienes no dábamos religión y que dependiendo del momento consistía en hacer manualidades, debates, jugar al fútbol o hacer las tareas). Por supuesto, junto a la foto de Juan Carlos de Borbón y esposa, había un crucifijo. Empezábamos las clases cantando “Alabaré a mi señor” porque “el que canta reza dos veces” (nos decía Clementina -profesora que aún tenía tratamiento de Doña-). Era el año 1988 y la Constitución llevaba diez años sancionada por su Majestad y publicada en el BOE.

Veinte años después de aquella anécdota que viví en primera persona, observo atónito la foto de un padre abucheado en la puerta del colegio de su hija por haber cometido la osadía de reivindicar en los Tribunales de Justicia que encaucen la libertad religiosa (la de los unos y la de los otros) adecuándola al mandato constitucional.

Las diferentes reacciones a la Sentencia del Tribunal de lo Contencioso Administrativo de Valladolid, que obliga al Colegio Público Macías Picavea a retirar crucifijos ha puesto de manifiesto tres aspectos fundamentales. A saber:

Primero. En España reivindicar algo tan obvio como que el Estado no asume como propia ninguna religión puede generarte un problema. Fernando Pastor, autor del recurso contra la decisión del Consejo Escolar del citado centro, de mantener la presencia de crucifijos en las aulas fue recibido entre abucheos e insultos en la puerta del colegio de su hija. Seamos claros: de la misma manera que habrían recibido los batasunos a un padre que reclamara la presencia de las fotos de los Reyes en las Aulas (algo a lo que también obliga la Ley).

Segundo. Del mismo modo que nadie cuenta con el PP, el Gobierno Socialista ni está ni se le espera: la Ministra Mercedes Cabrera incide en la idea de que sean los Consejos Escolares los que adopten una decisión que no sólo no les compete (los derechos fundamentales no se discuten; o se garantizan o se aplican) olvidando al tiempo que son precisamente las decisiones de éstos las que se han recurrido ante los tribunales y por ello la aplicación de las sentencias no puede dejarse en sus manos.

Tercero. El integrismo católico ha conseguido ganar con el lenguaje parte de la batalla de las ideas. Hoy se habla de retirada de crucifijos (intentando dar dramatismo y generar alarma haciendo pensar poco menos que en la quema de los mismos) cuando lo incomprensible es que aún perdure su presencia en espacios públicos. Se habla de ateísmo o de laicidad, dando por hecho que el padre en cuestión es un enemigo de la religión cuando perfectamente podría ser un católico practicante que simplemente tiene claros cuáles son los espacios y cuáles los momentos para educar, aprender, practicar la fe. Quizás no sea el caso, pero prejuzgar a una persona -e incluso satanizarla- es una práctica inquisitorial que no por estar enraizada en la historia de la Iglesia debe ser asumible en democracia.

Opinan desde la Iglesia y el PP que “los crucifijos no son elementos de agresión ni vulneran derechos”. En realidad es mucho más fácil de resumir: los crucifijos, en lugares públicos dividen, y lo que está claro es que tenemos un Presidente que no va a hacer nada por proteger nuestros derechos.

Publicado en El Adelanto el 1 de Diciembre de 2008 gorkaesparza.com

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